'Nacer, morir, renacer y progresar sin cesar, tal es la Ley'. Allan Kadec

Parábola de la cizaña y el trigo

¿Cómo aplicar la parábola de la cizaña y el trigo a nuestras vidas?


Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar, Y se reunió tanta gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. […] Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemadla; pero recoged el trigo en mi granero.
(Mateo13: 1,2,24-30)


Al principio del pasaje evangélico, vemos que Jesús ‘salió de su casa’ y se puso a la orilla del mar de la Galilea - paisaje de diversas escenas  de su apostolado, alrededor del cual había una serie de aldeas y que además servía de puerto para los pescadores. En este caso vemos que Él se pone a la disposición de que aquellos que también quieren salir de sus casas o de su mundo interior, de su egocentrismo y deciden acercarse y aprender de sus palabras. Había una multitud de personas que se proponían a ser discípulos del Maestro. Debemos pensar que aquellas personas eran personas simples, la mayoría gente del pueblo, acostumbrado a vivir en el campo y del campo.

Jesús siempre hablaba por parábolas empleando ejemplos con personajes e imágenes comunes a la vida de sus oyentes. Para llamar la atención de estas personas hacia el significado del Reino de los Cielos, narra una serie de parábolas, siendo la segunda de ellas, la de la cizaña y el trigo.

El cultivo era algo común en sus vidas, y tanto el trigo cómo la cizaña era por todos conocidos. El trigo, junto con el olivo y la uva eran las principales materias primas con las que contaban para abastecer sus almacenes, esencial para la elaboración del  pan.

El reino de los cielos del que nos habla Jesús no posee elementos materiales. Es algo espiritual que está dentro de nosotros y poco a poco va despertando hasta llegar en su plenitud. Para acceder a este reino es necesario por lo tanto cumplir con algunas condiciones que son las Leyes divinas inmutables que según nos indica la pregunta 621 de El Libro de los Espíritus, están escritas en nuestras conciencias.

621. ¿Dónde está escrita la ley de Dios? - En la conciencia

Jesús es el Excelso sembrador que esparce las buenas semillas cuyos frutos alimentan al Espíritu. Entre ellas destacamos los valores morales, la virtud y el amor, que también conforman la conciencia de las leyes de Dios y por lo tanto,  iremos  desarrollando o purificando progresivamente con nuestras múltiples encarnaciones.

Pero no siempre la tierra está ya preparada. Por más que la semilla sea buena, si la calidad de la tierra que cultivo en mi corazón no es la propicia; o si no permanezco vigilante y permito que la mala hierba producida por mi imperfección moral también crezca al lado de mis virtudes, tengo que esperar que pase el tiempo para saber diferenciar las dos cosas y separarlas.

Es la ley natural en la que siempre cosecharemos aquello que hemos sembrado. A lo mejor en esta vida hemos permitido que naciera también la hierba mala, pero sin lugar a dudas, las buenas semillas también fructifican y sus frutos serán almacenados, y mientras otra vez nos ponemos a preparar la tierra para recibir nuevas semillas, también  quemaremos la hierba mala producida antaño.  No pensemos que vendrá alguien para hacer esta labor por nosotros. Dios por intermedio del Maestro Jesús y sus colaboradores esparce siempre buenas semillas aquí en la Tierra, pero la responsabilidad de mantener mi pequeña plantación  en condiciones de cosechar buenos frutos siempre será mía.

Si todo sigue esta ley natural, si que tenemos que cosechar todo aquello que hemos plantado porque la vida nos devuelve lo que le hemos ofrecido, si no podemos cosechar higos si hemos plantado limones, por una regla de tres,es mejor permanecer vigilantes y que nos ocupemos de cultivar los buenos pensamientos, las buenas palabras y las buenas actitudes con el fin de no ofrecer condiciones propicias para que los enemigos del bien se acerquen a nuestra plantación para regar la mala hierba.

También es importante resaltar que en el pasaje bíblico Jesús diferencia a los hombres que siembran  de los segadores. Estos últimos, serán llamados en el momento oportuno para segar primero la cizaña antes de cosechar el trigo.  El bien puede ser plantado por cualquiera de nosotros como colaboradores en la mies de amor, pero no todos somos capaces de mantenernos consientes durante labor de extirpar el mal y no todos somos capaces de ponernos frecuentemente en sintonía con las fuentes plenas del bien eterno, condiciones fundamentales  para no vacilar durante el trabajo.

Si tomamos la vida como un proceso educativo, en el que Jesús nos  invita a orar y vigilar, a ofrecer el bien en cambio del mal, a establecer la verdad cuando aparezca el engaño y repartir el amor aunque haya la indiferencia,  entraremos en sintonía con la espiritualidad superior que nos advierte del peligro producido por nosotros mismos e instruye en la construcción del bien.

En el ítem 12 del capítulo XI de El Evangelio Según el Espiritismo podemos leer: ‘Empezad por dar el ejemplo vosotros mismos, sed caritativos para todos indistintamente, esforzaos en no tildar a los que os miran con desdén y dejad a Dios el cuidado de toda justicia, porque todos los días en su reino separa el buen grano de la cizaña.’

Para finalizar, reflexionemos acerca de ¿Cuál es la calidad de la tierra de tu corazón? Está propicia para recibir las semillas del bien de la mano de los colabores de Cristo? ¿o dejas que la mala hierba también crezca en tu vida?


Acuérdate que sólo vemos en el otro el color que guardamos en nosotros mismos. 

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