'Nacer, morir, renacer y progresar sin cesar, tal es la Ley'. Allan Kadec

viernes, 30 de septiembre de 2016

Pobres en espíritu. El orgullo y la humildad

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‘El crepúsculo descendía en un deslumbramiento de oro y brisas cariñosas. A lo largo de toda la vertiente, se comprimía la inmensa turba. Muchas centenas de criaturas allí se aglomeraban, para poder escuchar la palabra del Señor, dentro del paisaje que se adornaba de los singulares brillos de todo el horizonte pincelado de luz. Eran ancianos temblorosos, labradores simples y generosos, mujeres del pueblo junto a sus pequeños. Entre los más fuertes y sanos, se observaban ciegos y niños enfermos, hombres andrajosos, exhibiendo seres vermiformes que les corroían las manos y los pies. Todos se apretaban sofocados. Ante sus felices miradas, la figura del Maestro surgió en la cima decorada de verdor, por donde pasaban blandamente los vientos amigos de la tarde.

Dejando notar que se dirigía a los vencidos y sufridores del mundo entero y como que esclareciendo al espíritu de Levi, que representaba la aristocracia intelectual entre sus discípulos, en su calidad de cobrador de los tributos populares, Jesús, por primera vez, pregonó las bienaventuranzas celestiales. Su voz caía como bálsamo eterno, sobre los corazones desdichados.

¡Bienaventurados los pobres y los afligidos!...

¡Bienaventurados los sedientos de justicia y misericordia!...

¡Bienaventurados los pacíficos y los simples de corazón!...

Por mucho tiempo habló del Reino de Dios, donde el amor edificaría maravillas perennes y sublimes. Sus promesas parecían dirigidas al inconmensurable futuro humano.

De lo alto del monte, soplaba una leve brisa, en deliciosas olas de perfume. El viento de Galilea se había impregnado de la virtud poderosa e indestructible de aquellas palabras y, obedeciendo a una determinación superior, se iban a extender entre todos los afligidos de la Tierra.

Cuando Jesús terminó su alocución, algunas estrellas ya brillaban en el firmamento, como radiantes bendiciones divinas. Muchas madres sufridoras y oprimidas, con suave fulgor en los ojos, le traían los niños para que él los bendijera. Ancianos de frentes nevadas por los inviernos de la vida le besaban las manos. Ciegos y leprosos lo rodeaban con los semblantes sonrientes y decían: — ¡Bendito sea el hijo de Dios! Jesús los acogía satisfecho, enviando a todos la sonrisa de su afecto.’
Cap. 11. La buena nueva. Humberto de Campos. Chico Xavier

El texto reproduce la escena en la que Jesús proclama: Bienaventurados los pobres en espíritu pues que suyo es el reino de los cielos.

¿Pero quiénes son ellos? ¿Qué entendemos por pobres en espíritu?

Son los ricos de cosas espirituales, independientemente de su posición social. 

Son los humildes. Aquellos que saben reconocer su pequeñez delante de la grandeza de Dios. Aquellos que son gratos con lo poco que tengan y saben florecer dónde han sido plantados para la exhortación del Señor.

De este modo Jesús afirma que el reino de los cielos es de aquellos que han conquistado un corazón simples y pone la humildad cómo una virtud que nos acerca a Dios. 

Si la humildad es la primera de las virtudes a ser conquistada, ¿Cuál será el vicio que ella combate?

El orgullo. El orgullo se preocupa con quien tiene la razón y la humildad se preocupa con cual es la razón.

Según el capítulo 10 del Evangelio Según el Espiritismo, el orgullo es el padre de muchos vicios y también la negación de muchas virtudes, encontrándose como impulsor de casi todas las acciones humanas.

Estudiar el orgullo nos puede auxiliar en las conquistas interiores. Ya decía el sabio que debemos conocernos a nosotros mismos pero es justamente el orgullo el que nos incapacita de ver nuestras propias imperfecciones. En el Libro de los médiums encontramos que un Espíritu Familiar afirmó que  ‘solamente el orgullo puede impedir que nos veamos cómo realmente somos. Pero que si nosotros mismos no lo vemos, otros verán por nosotros’.

Según Allan Kardec en Obras Póstumas, el orgullo es un subproducto del instinto de conservación, un principio natural en todos los espíritus que han sido creados simples e ignorantes y que nos ‘asemeja’ a los animales. Pero su exceso es lo que lleva a formar el orgullo que se enraíza en cada uno de nosotros a lo largo de los milenios y nuestras varias existencias.

Y en el Ítem 228 del capítulo 20 del Libro de los Médiums encontramos que ‘Todas las imperfecciones morales son puertas abiertas que dan acceso a los Espíritus malos. No obstante, la que ellos explotan con mayor habilidad es el orgullo, porque es la que el hombre menos se confiesa a sí mismo. El orgullo ha perdido a muchos médiums dotados de las más bellas facultades…’

Siempre hemos dicho que el orgullo se enmascara de diversas maneras, y conocerlas nos ayuda a superarlo. En el libro Merezca ser Feliz, superando las ilusiones del orgullo, por el espíritu de Ernance Dufaux, ella nos pone algunos ejemplos de sus formas de presentarse y cómo combatirlas:

'Melindre es el orgullo en el resentimiento. Cultivemos el coraje de ser criticados.

Pretensión es el orgullo en las aspiraciones. Aprendamos a contentar con la alegría de trabajar sin expectativas personales.

Presunción es el orgullo en el saber. Tomemos por divisa que toda opinión debe ser escuchada con el deseo de aprender.

Preconcepto es el orgullo en las concepciones. Habituemos a mantener análisis imparciales y flexibles.

Indiferencia es el orgullo en la sensibilidad. Adoptemos la aceptación y el respeto en todas las ocasiones de éxito e fracaso ajeno.

Desprecio es el orgullo en el entendimiento. Acostumbrémonos  a pensar que para Dios todo tiene valor, aunque por el momento no lo comprendamos.

Personalismo es el orgullo centrado en el yo. Eduquemos la abnegación en las actitudes.

Vanidad es el orgullo del que se imagina ser. Procuremos conocernos a nosotros mismos y tener coraje de  aceptarnos tales como lo somos, dando lo mejor que podamos en la mejoría personal.

Envidia es el orgullo ante las vitorias ajenas. Admitamos que tenemos este sentimiento y enfrentémonos a él con dignidad y humildad.

La falsa modestia es el orgullo de la ‘humildad artificial’. Esforcémonos por la simplicidad que viene del alma sin querer impresionar.

La prepotencia es el orgullo del poder. Aprendamos el poder interior conozco mismos transformando la prepotencia en autoridad.

Disimulación es el orgullo en las apariencias. Esforcémonos por ser quienes somos, sin recelos, amándonos como somos.

Conquistar la humildad es un proyecto a largo plazo, apto para todos aquellos valientes que estén dispuestos a verse como verdaderamente lo son.'

Saulo de Tarso es un buen ejemplo. En su conversión en el camino de Damasco, cerró los ojos físicos por tres días para abrir los ojos espirituales. Fue curado por aquél a quien iba persiguiendo. Se retira al desierto por tres años siendo acogido amorosamente por personas que él en su ignorancia había perseguido, venciendo el orgullo y conquistando la humildad.

Jesús es el mayor ejemplo. Predicaba, enseñaba y vivía.

‘Acuérdate de que los Buenos Espíritus no asisten sino a quienes sirven a Dios con humildad y desinterés, y en cambio repudian a cualquiera que busque en la senda del Cielo un escalón para las cosas de la Tierra. Aquéllos se apartan del orgulloso y del ambicioso. Orgullo y ambición constituirán siempre una barrera entre el hombre y Dios. Son un velo arrojado sobre las celestes claridades, y Dios no puede valerse del ciego para hacer comprender la luz’. 
(PROLEGÓMENOS del Libro de los Espíritus).



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