'Nacer, morir, renacer y progresar sin cesar, tal es la Ley'. Allan Kadec

miércoles, 8 de abril de 2020

Parábola del hijo prodigo: ¿Qué podemos sacar cómo experiencia de la pandemia?




Lucas 15:11-32 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Parábola del hijo pródigo

11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos;
12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.
16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
17 Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;
26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27 Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.
28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
31 Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.
Según los estudiosos, la parábola del hijo prodigo es la parábola por excelencia. Es cómo el Evangelio dentro del Evangelio. De ella se puede hacer un estudio minucioso y sacar mucho aprendizaje relacionándolo con la Doctrina Espirita, con la jornada evolutiva del Espíritu o con nuestra vivencia evangélica, y sobretodo, de nuestra relación con Dios. Pero ¿qué podemos sacar de ella en los momentos actuales en el que vivimos una pandemia? 

En las próximas lineas vamos a hacer algunas reflexiones a respecto, pero antes, volvamos a leer la parábola descrita arriba sustituyendo al hijo prodigo por los cobradores de impuestos y pecadores, y al hijo mayor/egoísta, por los fariseos y escribas. 

El capitulo 15 del Evangelio de Lucas empieza informándonos que:  'Todos los cobradores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas comenzaron a murmurar, y decían: «Éste recibe a los pecadores, y come con ellos.' Jesús empezó entonces a contar la parábola de la oveja perdida, la parábola de la moneda perdida y la parábola del hijo perdido o del hijo prodigo. 

Vivimos un momento insólito, en el que somos invitados a hacer una  introspección, de búsqueda por sí mismos.  Y  cuando ya cansados hagamos el movimiento de ir al encuentro del Padre, Él viéndonos en el camino se emocionará porque conoce nuestras debilidades y sabe lo mucho que nos cuesta hacer este movimiento de reconocernos pequeños y faltos. Pero Él amoroso, justo y bueno; cree en nosotros y nos da siempre muchas oportunidades. Se alegra y quiere celebrarlo. 

Seguramente en nuestro entorno habrá también algún hijo egoísta, o algún Espiritas fariseo. El concepto de espirita fariseo merece un punto y aparte... de forma muy resumida podemos definir cómo siendo aquellos que siempre buscarán apuntar los  defectos ajenos, aquellos que sólo son Espiritas en apariencia para poder justificarse ante su conciencia y su entorno, sin examinarse a si mismo y sin poner en la práctica las enseñanzas del Evangelio. 

Aunque nos encontraremos seguramente con personas así, debemos ser fieles al Padre y recordar lo difícil que nos ha sido llegar hasta aquí. Qué seguramente ya hemos comido junto a los cerdos y ahora estamos en condiciones de apacentar las ovejas del Señor. Demos gracias a Dios por eso y no nos cobremos la perfección para ponernos en la condición de trabajadores de la última hora porque en general, el miedo paraliza, y  a veces por miedo dejamos de atender a alguien que nos busca y nos pide asistencia ya sea de índole material o espiritual. 

El miedo es instintivo. Es algo que lo traemos desde los tiempos primordios que nos ha servido para perpetuar la especie, y aun hoy nos ayuda a protegernos ante el peligro. Pero ¿qué peligro puede tener tender la mano a un hermano? A veces pensando en las normas de convivencia, pensando en si debemos o no ofrecer una ayuda material o una palabra amiga, mientras pensamos...perdemos la oportunidad....Demos lo mejor de nosotros siempre y hagamos nuestra parte, y demos el libre albedrío a la otra persona de tomarlo a bien o mal, pero sin juzgar. ¿No es así que actúa el Padre? 

Actuemos con el corazón y caminemos hacia la acción, siendo cartas vivas de Cristo en la Tierra amparando a quien necesita amparo. Amando sin esperar nada en cambio. La práctica del bien es el Evangelio en acción. 

Ya hemos acumulado muchos bienes intelectuales a todos los niveles, ahora es el momento de poner el amor en acción. No pensemos que por nuestras  imperfecciones  vamos a alejar a los buenos Espíritus. Ellos son benevolentes porque son mensajeros del Padre y un padre no abandona al hijo sobretodo si este le ha demostrado voluntad de cambiar, de renovarse. 

Pero tampoco dejemos de trabajar por conquistar más virtudes y poner en práctica las que ya tenemos. Se reconoce al verdadero Espirita por el esfuerzo que hace en superarse a sí mismo. Levantemos nuestros ojos a Dios y pidamos que nos asista. Hagamos el esfuerzo de estar elevados para poder estar en contacto con los Espíritus benevolentes. Ellos nos aman y se alegrarán por nuestras luchas interiores y en ver qué estamos buscando la luz. 

Todo tiene un porqué, y el Padre conocedor de nuestras necesidades y también de nuestros méritos, nos da cada día muchas oportunidades para retornemos a Su casa.  Aunque para nosotros no lo parezca, cómo Espirita somos todos ya capaces de no practicar el mal y eso por sí mismo ya es una superación y un mérito, y este padre amoroso a veces  nuestros méritos encuentra fórmulas que nosotros de momento no estamos en condiciones de comprender  pero que sirven para que nosotros hagamos una corrección en nuestra ruta; ruta que cómo naufrago nos habíamos desviado un poco. Confiemos porqué Jesús está en el leme y nos guiará a tierra firme. Él es  el camino seguro. Estudiemos a Jesús, nuestro modelo y guía. Busquemos comprender  lo que nos ha transmitido y pongamos en práctica en nuestras vidas. 

El dolor y el amor  son las dos vías que tenemos para acercarnos a Dios. En este momento nos toca vivir el dolor para reconocer nuestra pequeñez, pero  sin dejar de amar. Pensemos más en las cosas buenas que ya hemos conquistado porque tenemos el hábito perseguir la perfección y sentirnos inferiores sin pensar que estamos en el camino de la evolución desde hace muchos siglos y que ya hemos conquistado virtudes que son loables. 

Trabajemos la humildad sin la falsa modestia. Somos victoriosos si miramos nuestra trayectoria cómo Espíritus, que gracias a la misericordia de Dios no se nos ha dado conocer. Trabajemos sí por mejorarnos, pero no esperemos la perfección para trabajar.¿Quienes queremos ser entonces? El hijo pródigo que se reconoce necesitado de ayuda o el hijo egoísta que espera recompensas del cielo y juzga a los demás creyéndose superior?   

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